miércoles, 1 de diciembre de 2010

LA AUTORIDAD DE JESUS SOBRE LA ENFERMEDAD

Mateo
Capítulo 08
8:5 Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole,
8:6 y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.
8:7 Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
8:8 Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.
8:9 Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
8:10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
8:13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.
Hace unos días empezamos a hablar de los milagros que Jesús hizo y lo que podemos aprender de ellos. Vimos como Jesús sanó a un leproso que no sabía si él quería sanarlo, que estaba en duda si Jesús querría sanarlo, pero que al final queda completamente seguro cuando Jesús le dice: Quiero, se limpio o se sano y el hombre fue completamente sanado.
Hoy vamos a seguir en el capítulo 8 de Mateo y veremos cómo un hombre se acerca a Jesús de una manera completamente diferente, con una seguridad total y una plena confianza en que Él podía sanar tan solo hablando la Palabra o en todo caso ordenando a la enfermedad que se vaya. En este caso, incluso el hombre no viene a pedir sanidad para él, sino para su criado, pero cuando Jesús le dice que irá a su casa para sanarlo, el hombre le dice que no era necesario, que solo diga la palabra y su criado sanaría, y no solo le dice eso sino que le da una explicación: Porque yo soy un hombre bajo autoridad y si mando hacer algo me obedecen (también entendía que si sus jefes lo mandaban a hacer algo tenía que obedecer). La Biblia dice que Jesús se maravilló. ¿De qué se maravilló Jesús? Primeramente se maravilló porque este era un centurión romano y no era un judío que podía conocer acerca de Jesús o de la Palabra y el poder de Dios. Vino a pedir sanidad para su criado y finalmente tenía un entendimiento mayor que cualquiera acerca de la autoridad de Jesús, reconoció que Él era el hijo de Dios y que no había nada que pudiera resistirse a su autoridad. Por eso, Jesús dijo a los que le seguían que ni en Israel había hallado TANTA FE.
Los Israelitas eran el pueblo de Dios, los que habían recibido la protección de Dios y habían visto sus maravillas, pero en ese momento un romano, un perro o gentil como lo llamaban los Israelitas, escuchó lo que Jesús decía, porque no debemos olvidar que estas sanidades se dan después que Jesús da lo que se conoce como “El Sermón del Monte”. En el capítulo 5 de Mateo el sube a un monte y comienza a enseñar hasta el capítulo 7 sobre diferentes temas: Las bienaventuranzas, sobre la ira, el divorcio, la oración, etc. y en el capítulo 8 vemos estas sanidades, primero el leproso y ahora el centurión romano que viene a pedir por su criado. De alguna manera este hombre escuchó acerca de Jesús o tal vez el mismo estuvo presente cuando Él hablaba acerca de todas estas cosas  y lo reconoció como el hijo de Dios, como el Mesías, como el Salvador sin ser Judío, sin ser del pueblo de Dios o tener un pacto con Dios.
Pero, lo que más sorprendió a Jesús fue su fe, Él dijo: Ni aún en Israel he hallado TANTA FE. Jesús estuvo predicando por diferentes lugares y a grandes multitudes de judíos, pero ninguno de ellos había mostrado una fe, una confianza o seguridad tan grande como la de este romano. Un centurión era un militar que estaba a cargo de cien hombres y por esta razón le dice a Jesús que él es un hombre bajo autoridad, porque depende de alguien a quién obedece y tiene 100 hombres a su cargo que si les dice que vayan o que hagan algo, TIENEN que obedecer, no tienen opción, sin dudas ni murmuraciones tienen que hacer lo que se les mande. Cuando el hombre le dice esto a Jesús, le estaba diciendo: TU TIENES AUTORIDAD SOBRE LA ENFERMEDAD, SOLO ORDENALE, DI LA PALABRA Y TE OBEDECERÁ. Que tal fe, que tal seguridad de este hombre, eso es lo que maravilló a Jesús y por eso le dice vete y como creíste te sea hecho, es decir, Jesús está diciendo: No tengo nada más que decir, tú ya lo dijiste todo, si así creyeran todos serían sanados al instante. Así como crees, así te sea hecho, conforme a tu confianza, conforme a tu seguridad te sea hecho.
Eso es exactamente lo que debemos aprender de este centurión romano: Que no importa si somos cristianos o no, si creemos en Dios o no, si escuchamos hablar antes de Él o no, si vamos a la iglesia o no, si somos muy buenos o no, o lo que sea que pensemos, Jesús va a sanar a aquel que lo escucha y confía en su autoridad sobre todas las cosas, incluyendo las enfermedades y lo reconoce como el hijo de Dios.
Jesús dijo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. TODA significa TODA, quiere decir que no hay NADA que tenga mayor poder que Jesús, así que si tenemos cualquier enfermedad, Jesús tiene autoridad sobre ella y si nosotros tenemos a Jesús en nuestra vida, esa misma autoridad está en nosotros. Jesús dijo: De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. (Juan 14:12) La muerte y la resurrección de Jesús no solo nos dieron perdón de pecados, sino, también, todas las bendiciones de Dios incluyendo la sanidad y su autoridad. Jesús nos ha dado su autoridad, nos ha delegado su autoridad. El ejemplo más sencillo y práctico que escuche fue el de un policía. El policía por sí solo no tiene la fuerza para detener el tránsito, pero lo hace porque le fue delegada esa autoridad por la institución a la que representa. El no tiene la fuerza, pero solamente levantando la mano y haciendo una señal, puede detener el tránsito. De la misma manera nosotros por nuestra propia fuerza no podemos enfrentar a la enfermedad, pero por la autoridad delegada de Jesús, le podemos decir. ALTO EN EL NOMBRE DE JESÚS, por la autoridad que Él nos ha dado la podemos enfrentar y detener y hablarle la palabra como lo hizo Jesús para que se detenga de atacar nuestros cuerpos y salga de nuestras vidas. ¿Difícil?, bueno, para este centurión romano no lo fue, y si él pudo hacerlo, cualquiera que pueda creerle a Jesús lo puede hacer. Este hombre creyó que la autoridad de La Palabra de Jesús sanaría a su criado, nosotros también podemos creer que la autoridad de La Palabra de Jesús puede sanarnos.
La Palabra de Dios dice: Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. (Hechos 4:12) La salvación de Dios implica perdón, sanidad, protección, cuidado, etc. es un todo y no solo implica “ir al cielo”, es un paquete completo donde Dios ha separado todo esto para nosotros y para nuestra protección. Pero dice que hay un solo nombre que nos puede dar esa salvación: JESÚS.
Si tú no estás seguro de tener al Salvador en tu vida, solo necesitas tomar una decisión.
Si esta es tu decisión, si quieres hacer a Jesús el Señor de tu vida, Haz está oración de todo tu corazón:
Padre nuestro que estás en los cielos, este día me acerco a ti para proclamar a Jesús como mi Señor y Salvador, te pido que perdones todos mis pecados y que entres en mi vida. Te abro mi corazón para que entres y hagas de mí la persona que tú quieres que sea. Amén

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