Los Hechos
Capítulo 10
10:38 cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Ayer vimos el poder de Dios y como nos capacita para ser testigos de Jesucristo. Hoy vamos a ver como Jesús ungido por Dios con ese mismo poder, caminó haciendo bienes y SANANDO a todos los oprimidos por el diablo. Algo que quiero resaltar en este pasaje, es que a la enfermedad se le llama: Opresión del diablo. Y ya hemos visto anteriormente que el diablo no es ese hombre con traje rojo, su trinche y sus cuernos, sino que es un ser espiritual que opera en nuestra mente a través de mentiras que se oponen a la verdad de la palabra y quieren engañarnos para tenernos oprimidos en una situación de la que Jesús ya nos libró. No dice que la enfermedad sea un castigo de Dios, ni te quiere enseñar algo o que es una penitencia para que seas más santo. Nada de eso, Dios nos dice que es una opresión del diablo, que él no la causa ni la envía, es el diablo que a través de diferentes artimañas nos quiere mantener cautivos, oprimidos, engañados, y si nosotros le creemos nos va a destruir.
El poder de Dios, el mismo que recibimos nosotros a través del Espíritu Santo, es el que nos ayuda a romper toda mentira del diablo en nuestra mente y nos capacita para ayudar también a los demás. Muchos dirán, bueno, ese fue Jesús, pero si seguimos leyendo todo el libro de Hechos, vemos a los apóstoles, a Pablo y a otros discípulos de Jesús haciendo las mismas señales y milagros cuando recibieron el poder de Dios, ese mismo poder que tenemos todos los que hemos hecho a Jesús nuestro Señor y hemos recibido al Espíritu Santo en nuestras vidas. Jesús dijo que los que creen en él harán las mismas señales que él hizo, y hace una declaración que nos puede sorprender: Y AÚN MAYORES COSAS QUE YO HARÁN, PORQUE YO VOY DONDE MI PADRE. (Juan 14:12)
Esa declaración de Jesús debería ser suficiente para nosotros para comprender que el mismo poder con que Dios ungió a Jesús para hacer todo lo que hizo, es el mismo poder que Jesús nos ha dejado a cada uno de nosotros, los que creemos en él, para hacer las mismas cosas que él hizo y aún mayores cosas podremos hacer. Ese poder en nosotros es suficiente para librarnos de toda opresión del enemigo, ya sea en nuestro cuerpo o en nuestra mente y nos capacita para ayudar a otras personas de la misma manera que JESÚS LO HIZO.
Entonces, recordemos que la enfermedad no viene de Dios, es una opresión del enemigo, pero Dios nos ha dado el mismo poder con el que ungió a Jesús para romper toda opresión en nuestras vidas y también para ayudar a otras personas que estén pasando por circunstancias similares. Jesús con este mismo poder derrotó a los principados y a las potestades (Al diablo y sus demonios) y los exhibió públicamente triunfando sobre ellos en la cruz; y al resucitar y sentarse a la diestra de Dios nos dio ese mismo poder a nosotros para hollar (pisar) serpientes y escorpiones (demonios) y sobre toda fuerza del enemigo (Al diablo), y nada nos dañará.
Esto es más real que Harry Potter, Narnia y cualquier otra cosa, y si comenzamos a vivirlo en nuestras vidas, reconociendo que ese poder está en nosotros y comenzamos a usarlo en nuestras vidas y en beneficio de los demás, no habrá nada que pueda atacar nuestras vidas y seremos de bendición para toda la gente que está sufriendo diariamente y está esperando que alguien haga algo por ellos. Mientras nosotros esperamos que Dios haga algo por ellos, Dios está esperando que nosotros hagamos algo por ellos y mostremos el poder de Dios. Cuando Jesús estuvo en esta tierra, él mostró el poder de Dios a todo el mundo, ahora, él está a la diestra de Padre y nos ha dado ese poder para que nosotros lo mostremos al mundo.
Jesús ha dejado ese poder disponible para todo aquel que le cree y lo declara como su Señor. Si tú aún no has hecho a Jesús el Señor de tu vida, si no lo has declarado como el Señor de tu vida, solo necesitas tomar una decisión. Si esta es tu decisión ahora, si crees que él está vivo hoy y quieres proclamarlo como tu Señor haz esta oración de todo tu corazón.
Padre nuestro que estás en los cielos, este día me acerco a ti para proclamar a Jesús como mi Señor y Salvador, te pido que perdones todos mis pecados y que entres en mi vida. Te abro mi corazón para que entres y hagas de mí la persona que tú quieres que sea. Amén
buen materia te falicito Dios te siga usando. BENDICIONES
ResponderEliminar