jueves, 23 de diciembre de 2010

TOCANDO EL MANTO QUE NO SANA

Mateo

Capítulo 09

9:20 Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;
9:21 porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva.
9:22 Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.

Nuevamente vamos a revisar como Jesús sanaba en el libro de Mateo. Esta vez, vemos a una mujer que sufre una enfermedad desde hace 12 años y al tocar el manto del Señor, fue completamente sanada. Muchos leen este pasaje y piensan que el manto tenía un poder especial para sanar, pero si nos damos cuenta, alrededor de Jesús había mucha gente y muchos de ellos pudieron haber tocado su manto, y no fueron sanados. Otros aprovechan este pasaje para engañar a la gente y decirles que si tocan el manto del Señor, serán sanados. Y de la misma manera hablan del agua consagrada o de la tierra traída de Israel y tantas otras cosas que lo único que hacen es llenar de incredulidad a la gente, porque la gran mayoría no recibe nada, y desviar la atención de la gente de lo que verdaderamente puede salvarlos: SU FE.
Lo que debemos mirar, en lo que debemos enfocarnos, es en lo que dijo Jesús, él no le dijo a la mujer que había hecho bien en tocarlo, o que el manto era sagrado y la sanó. Jesús lo único que le dice es: Tu fe te ha salvado.
No fue el manto lo que sanó a esta mujer, ni tampoco el tocarlo. Fue la fe que esta mujer tenía en que si tocaba su manto sería sana. Hemos dicho que la fe nos lleva a hacer algo, pues la fe de esta mujer la llevó a tocar el manto de Jesús y ser sanada, muchos pudieron tocar el manto en esa oportunidad, tal como mucha gente lo hace ahora, pero no recibieron su milagro, porque no se trata de hacer algo o copiar lo que alguien más hizo, se trata de nuestra fe puesta en acción. Esta mujer “DECÍA” quiere decir que ella estaba diciendo: Él es el Mesías, el salvador, el hijo de Dios, si toco su manto seré sanada. La acción de tocar el manto fue originada por su fe en Jesús y en que él podía sanarla. La acción simplemente fue la culminación de su fe. Ella escuchó hablar de Jesús o tal vez escuchó hablar al mismo Jesús, creyó lo que él decía y que era capaz de sanarla, y esa fe la llevó a tocar su manto. Por eso, no podemos copiar o imitar lo que alguien más hizo, porque muchas veces NADA  va a ocurrir. La verdad nos hace libres, si conocemos la verdad, nos daremos cuenta de lo que agrada a Dios y no nos dejaremos engañar por nadie. Dios no vende sus bendiciones, ni te pide nada a cambio, lo único que mueve la mano de Dios es la FE. Sin fe es imposible agradar a Dios.
Recuerdan que hablamos un poco acerca del creer y actuar, pues aquí vemos un ejemplo claro, esta mujer CREYÓ en lo que Jesús había hablado, DIJO que si ponía su fe en acción, algo pasaría y ACTUÓ creyendo con todo su corazón que lo que Jesús dijo era verdad. Y la conclusión de este proceso fue que esta mujer terminó completamente SANADA O SALVADA como le dijo Jesús.
No hagamos nada porque alguien más lo hizo o porque le hizo bien a otra persona, hagamos aquello que realmente estamos creyéndole a Dios. Cuando hacemos las cosas realmente con fe, sabiendo que Dios lo hará, vamos a recibir lo que estamos creyendo. Cuando nuestras acciones no van acompañadas de Fe, es muy difícil recibir algo de Dios. Así que, no necesitamos imitar a nadie, lo que necesitamos es conocer la verdad de la palabra y creerla con todo nuestro ser, lo cual nos llevará a actuar conforme a nuestra fe, y como dijo Jesús: “Tu fe te ha salvado” o “Conforme a tu fe te sea hecho.”
Si tú le has entregado tu vida a Jesús, llénate de su palabra y la verdad te hará libre de cualquier circunstancia y nadie podrá engañarte, y si tu aún no le has entregado tu vida a Jesús, solo debes tomar una decisión. Si quieres tomar esa decisión HOY,  haz está oración de todo tu corazón:

Padre nuestro que estás en los cielos, este día me acerco a ti para proclamar a Jesús como mi Señor y Salvador, te pido que perdones todos mis pecados y que entres en mi vida. Te abro mi corazón para que entres y hagas de mí la persona que tú quieres que sea. Amén

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