lunes, 6 de diciembre de 2010

DICIENDOLE A DIOS COMO HACER LAS COSAS

2da. de Reyes
Capítulo 05
5:9 Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo.
5:10 Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.
5:11 Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra.
5:12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.
5:13 Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?
5:14 El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. 
Hoy veremos la historia de Naamán, el cual era un general Sirio, muy querido por el rey de Siria y que había ganado grandes batallas, pero que tenía lepra. Este tenía una criada Israelita, la cual le había dicho que si iba a Samaria el profeta podría sanarlo. El rey le dio permiso para ir, y es en este contexto que se produce este relato. Él llega a ver al profeta y este ni siquiera sale a recibirlo y además le envía a su criado a decirle que se lave en el río Jordán siete veces y sería sanado. Naamán no puede creer lo que está pasando, y me imagino lo que puede estar pensando: “Yo soy un general del ejército de Siria, uno de los más poderosos ejércitos, he venido de tan lejos y con mucho dinero, joyas o cualquier cosa que me pida este hombre, y ni siquiera sale a recibirme y encima me dice que me lave en este río todo sucio”. Luego vemos que por la insistencia de sus criados, hace lo que le dijo el profeta y fue completamente sanado.
Esta historia de Naamán nos muestra lo que muchas veces nos puede pasar a nosotros cuando enfrentamos una enfermedad. Algunos no aceptamos que una persona que pensamos que no está a nuestro nivel o que pensamos que no conoce la palabra de Dios tanto como nosotros, nos pueda enseñar algo o pueda orar por nosotros para ser sanados. Otros queremos decirle a Dios como debe hacer las cosas o como pensamos que debería hacerlas. No aceptamos que Dios haga las cosas como Él quiere, esperamos que Dios las haga como nosotros creemos que debe ser, como nosotros lo hemos imaginado y no aceptamos que Dios puede hacer las cosas de diferentes maneras. Esperamos que Dios haga algo espectacular, un milagro que antes nadie ha visto o que nadie olvidará. Y si vemos que las cosas no están sucediendo como nosotros pensábamos, entonces creemos que Dios no está obrando.
Lo bueno de esta historia es que al final, a pesar de todo lo que Naamán pensaba, obedeció lo que le dijo el profeta y fue totalmente sanado. Lo que podemos aprender de todo esto es que aunque nos parezca que las cosas no están pasando como nosotros pensábamos, aunque las circunstancias parezcan todo lo contrario a lo que pensábamos que Dios haría, si obedecemos a Dios y hacemos las cosas tal como él dice que debemos hacerlas, dejando de lado nuestra mente natural, vamos a recibir aquello que Dios ha preparado para nosotros. No debemos esperar que Dios haga algo espectacular, solo debemos esperar que el cumpla su palabra no importa de qué forma lo haga.
Si vemos en los evangelios muchos de los milagros que hizo Jesús, veremos que en cada caso hizo algo diferente o le pidió a las personas por las cuáles oró que hicieran cosas diferentes y aquellos que obedecieron lo que él les dijo sin pensar las cosas con su mente natural o su lógica, recibieron lo que necesitaban.
Si queremos recibir estas bendiciones en nuestras vidas, tenemos que ser hijos de Dios, tenemos que ser herederos de sus promesas, y para eso debemos declarar como nuestro Señor y Salvador a aquel que Dios envió a morir por nosotros en la cruz y que ganó esas bendiciones para todos nosotros: A Jesús.
Si quieres tener a Jesús en tu vida para que él la cambie por completo, solo debes tomar una decisión.
Si esta es tu decisión, si quieres hacer a Jesús el Señor de tu vida, Haz está oración de todo tu corazón:
Padre nuestro que estás en los cielos, este día me acerco a ti para proclamar a Jesús como mi Señor y Salvador, te pido que perdones todos mis pecados y que entres en mi vida. Te abro mi corazón para que entres y hagas de mí la persona que tú quieres que sea. Amén

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