Es fácil seguir adelante cuando las cosas están yendo bien, pero que pasa cuando vienen los problemas, cuando tenemos algunos síntomas que no son muy agradables o vemos que el tratamiento no está dando el resultado que esperamos. Ahí es donde va a salir todo lo que tenemos dentro, lo que hemos leído, escuchado o aprendido y que nos va a ayudar a enfrentar estos días difíciles y seguir adelante. Hablemos por ejemplo de esos fastidiosos síntomas, siempre nos dicen que vamos a tenerlos pero pensamos que no serán tan fuertes. Una amiga me dijo algo que nunca voy a olvidar y que me ayudó un montón: LOS SÍNTOMAS NO TE VAN A MATAR, PERO LA ENFERMEDAD SI. Y es verdad, los síntomas están en un momento y después se van, pero si no continúas con el tratamiento por temor a los síntomas, la enfermedad seguirá y te puede matar. Yo sé que me van a decir, pero usted no sabe lo que nos pasa. Es verdad, no sé lo que les pasa pero si tienen dolor de cabeza o estómago, falta de apetito, náuseas, diarrea, sangrado, etc. no hay ninguna diferencia, van a pasar en algún momento y el tratamiento los ayudará, pero si dejamos el tratamiento sin estar 100% seguros que estamos sanos, cometemos un error.
En este blog hablaremos de La Palabra de Dios, pero nunca dejamos de lado el tratamiento. No quiere decir que no tenemos Fe si tomamos pastillas. Debemos saber que las pastillas no nos sanan, lo que hacen es ayudar a nuestro cuerpo a fortalecer nuestro sistema inmunológico y nuestro propio cuerpo enfrenta a la enfermedad, es por eso que es tan importante nuestra actitud para que el tratamiento sea efectivo. Yo he conocido muchos casos de personas que han tenido un tratamiento muy sencillo y no han podido recuperarse o han muerto porque han tenido una actitud negativa o de miedo frente al tratamiento, y por el contrario he sabido de casos extremos donde personas han llevado un tratamiento muy difícil y tal vez el ultimo porque no había otro más fuerte para su caso y gracias a su actitud han salido adelante y ahora están vivos, casados, con hijos. Han vuelto a vivir gracias a su actitud frente al tratamiento.
Cuando estamos pasando por problemas difíciles por lo general pensamos que nuestro problema es el más difícil de todos, que no hay otro problema como el nuestro, que nadie está pasando algo parecido a lo que nos pasa. Algo que nos va a ayudar a pensar de la forma correcta acerca de nuestro problema, es saber que hay personas que están pasando por problemas más sencillos que los nuestros, pero que hay otros que están en una situación mucho más difícil que la nuestra. Por más dura que parezca nuestra situación siempre debemos saber que estamos en el medio, siempre habrá personas debajo nuestro con problemas más simples y personas encima de nosotros con problemas terribles. Cuando vas a un hospital y escuchas cada caso te das cuenta que lo tuyo muchas veces no es para tanto, que siempre hay otro que está pasando algo peor, pero nuestra mente quiere hacernos creer que lo nuestro es lo máximo, lo peor, que nadie más lo está pasando y que no podremos salir de esta situación. No quiero decir que lo nuestro no importe, pero el pensar que hay una persona que está enfrentando algo peor y lo hace con valor, nos ayuda a enfrentar nuestros problemas de una forma diferente.
Sé que algunas personas podrán decir: ¿Y el Poder de Dios?, creemos en el poder de Dios, pero sabemos que no todas las personas pueden creer que Dios los sanará sin tratamiento. Además, con tratamiento o sin tratamiento siempre será de Dios, porque hay personas que llevan un tratamiento y no se sanan. La Biblia dice: Conforme a tu Fe te sea hecho. Así que, si creemos que Dios nos va a sanar con un tratamiento adecuado o creemos que Dios puede hacer un milagro en nuestro cuerpo sin necesidad del tratamiento es única y exclusivamente nuestra Fe, nuestra decisión y nadie debe obligarnos a tomar esa decisión, debe ser algo personal porque no todos tenemos la misma Fe y para Dios es igual sanarte de las dos formas.
Otra cosa que nunca debemos hacer es dejar el tratamiento pensando que estamos sanos, debemos dejar el tratamiento cuando SABEMOS que estamos sanos y el médico nos da de alta a través de un examen médico. Algunas personas se sienten bien y dejan el tratamiento, después la recaída es peor porque no terminaron todo el tratamiento. Otros tienen un ataque de SUPER FE y a mitad del tratamiento quieren dejarlo sin tomarse un examen ni ir al médico y las consecuencias muchas veces son terribles. Dios dice que debemos obedecer a nuestras autoridades y someternos. Si el doctor es la autoridad en cuanto a nuestro tratamiento, él es el único que nos lo puede quitar y darnos de alta a no ser que Dios haga un milagro y nos sane completamente, pero eso debe ser confirmado por los exámenes médicos, no existe eso de que dejamos el tratamiento porque LO ESTAMOS CREYENDO EN FE Y DIOS HARA ALGO. Eso no es Fe, debemos tener mucho cuidado. Si Dios ya hizo algo, eso se notará en nuestro cuerpo y en los exámenes médicos. Si los exámenes muestran lo contrario sigamos nuestro tratamiento hasta que Dios confirme nuestra sanidad total. Muchos separan las cosas y piensan que lo sobrenatural es de Dios, pero los médicos, hospitales, clínicas, no son de Dios. Debemos poner toda nuestra Fe en Dios y en el tratamiento que Él nos está dando a través de los médicos. Eso también es Fe, muchos piensan que solamente es Fe cuando se produce de forma sobrenatural. No, eso es un milagro, y creemos en los milagros, pero no todos se sanan a través de un milagro de la misma forma que no todos reciben un trabajo a través de un milagro. Si estas creyendo por un mejor trabajo y Dios te lo da, No fue un milagro, pero tuviste Fe para creer en él. No tiene que ser sobrenatural, porque pensamos que nuestra sanidad tiene que ser sobrenatural, que si nuestra sanidad no es sobrenatural no fue por Fe. Recuerda: CONFORME A TU FE TE SEA HECHO.
Si quieres entregarle tu vida a Jesús para que sea el Señor de tu vida, Haz está oración de todo tu corazón:
Padre nuestro que estás en los cielos, este día me acerco a ti para proclamar a Jesús como mi Señor y Salvador, te pido que perdones todos mis pecados y que entres en mi vida. Te abro mi corazón para que entres y hagas de mí la persona que tú quieres que sea. Amén
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